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EL DESPEINE DEL VIENTO 

 

El viento nos lleva, nos dirige y desvía; al viento lo sentimos, lo disfrutamos, lo sufrimos o le tememos. Todo ser humano experimenta el viento y tiene una que otra historia que contar sobre él.

 

Desde tiempos remotos, la fascinación y respeto hacia el viento ha llevado a endiosarlo y a otorgarle vida y poderes. Junto con ser parte del panteón de dioses de muchos pueblos, el viento ha estado en el centro del afán humano por conocer y medir la naturaleza. Entre las representaciones más bellas y conocidas del viento está la Rosa de los vientos, un símbolo que muestra los diversos rumbos norte, sur, este, oeste.

 

La Rosa de los vientos nos recuerda otras estilizaciones con las que nos sentimos identificados, porque muestra la simbiosis y relación intrínseca del ser humano y el cosmos; esta vez, en nuestro propio territorio. Es el caso del kultrún, que encarna la cosmovisión mapuche de los puntos cardinales, el movimiento circular y la tierra.

 

Las distancias temporales y espaciales son borradas por el viento. Hombres y mujeres de los diversos hemisferios y épocas lo han sentido, lo han experimentado, han dado y recibido lo que el viento lleva. Por eso es que los vientos son agentes de la comunicación, mensajeros del tiempo y del espacio, capaces de evocar tiempos del pasado y lugares del futuro.

 

Una ráfaga comienza en el norte y horas más tarde ha llevado como testigo de su movimiento, flores, papeles y semillas a otro lugar. Un viento comienza en la mitad del mar y llega como huracán a tocar tierra después de días de constituirse. Las aves migratorias, en varios meses, recorren miles de kilómetros, ayudados por su fisonomía resistente y el buen uso de los vientos. Los navegantes de alta mar calculan las distancia y los días que tardarán en llegar a puerto seguro, analizando, entre otras cosas, los vientos que los acompañarán en sus travesías.

 

El viento es vida porque nos mantiene siempre atentos. El viento seco de la Patagonia se manifiesta como masas de aire en movimientos constantes, lo que nos mantiene en estado de alerta. El viento golpea los oídos, lo que nos lleva a refugiarnos. Refugiarnos en nuestro interior y poder sentir ese viento como si nos trajera algo desde afuera, como si nos ayudara a permanecer en un estado de meditación activa.

 

La cálida brisa del Caribe nos adormila y calma. Pero en nuestro interior sabemos que estos aires húmedos y envolventes pueden también convertirse en eventuales tormentas tropicales o huracanes.

 

Los vaivenes tanto del viento patagón como las brisas y huracanes del Caribe, junto a la rosa de los vientos orientadora, han sido interpretados por tejedoras y bordadoras de nuestro territorio, comunicando y difundiendo con su arte y habilidad elementos esenciales de la cultura. Desde la VI región -la misma donde se desarrollan gran parte de las creaciones de RDG-, se propagan y reciben ver  siones de los tejidos escapulares y otras estilizaciones que son mensajeras de nuestro quehacer y nuestro estilo.

 

Text / Olaya Sanfuentes

Photos /  Paula Ziegler

Styling  / Eugenia Ibarra

Hair & Make Up  / Poli Picó

Models / Ema Preece

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