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GEA

En un presente atravesado por lo efímero, GEA emerge como un manifiesto de permanencia. La colección se sumerge en las profundidades de la Tierra para extraer no solo formas y colores, sino también su sabiduría silenciosa. Inspirada en la fuerza de minerales y piedras preciosas, celebra una belleza que se forma con el tiempo, que resiste, que permanece.

Como geodas, las prendas revelan interiores vibrantes y protegidos. Sus texturas y tramas evocan procesos geológicos: cristales, capas de roca, líneas que simulan cortes de terreno. El reciclaje de redes de pesca y tejidos crea superficies que, como en la naturaleza, toman forma desde el caos por medio de presión, tiempo y cuidado.

Técnicas como la intarsia o el trabajo en microtelares trazan mapas vivos: núcleos, capas concéntricas, geografías emocionales. El brillo —nunca ornamento, siempre lenguaje— aparece bajo ciertos ángulos como lo hace la iridiscencia en el ópalo o la pirita, revelando lo que solo se muestra con luz y mirada atenta.

GEA también habita en el pasado: sedas antiguas, archivos textiles y fragmentos gastados son resignificados como fósiles poéticos en nuevas formas. La paleta recoge los tonos de la Tierra: verdes esmeralda, rosas ágata, destellos dorados, texturas que rugen como piedra o fluyen como cristal pulido.

En los tejidos escapulares, símbolo de RDG, la estructura concéntrica se convierte en metáfora del ser: capas que envuelven un núcleo, experiencias que sedimentan. GEA no solo viste cuerpos, los transforma en territorios. Un recordatorio de que la belleza verdadera no teme al tiempo: persiste, muta, permanece.

Fotos / Paula Ziegler

Styling  / Eugenia Ibarra

Maquillaje y pelo / Gabriela Arévalo 

Modelo / Sofía Trovatti 

Agradecimientos / Mármoles Brescia 

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